Pablo Milanés, proposiciones para un adiós

Pablo Milanés, proposiciones para un adiós

Pablo Milanés, proposiciones para un adiós Las impresiones sobre su música pueden dar para escribir un libro completo. “Propongo compartir lo que es mi empeño…”

Toda la vida Pablo Milanés estuvo obsesionado por el tiempo, atento al discurrir de la vida, preocupado porque envejecer era posiblemente la más cruel pero romántica ley de la vida. A pesar de que todo se reflejaba en su obra musical y poética, y aunque por algún tiempo no aceptó que los años son nuestra más inseparable compañía, Milanés, al final de sus años, admitió con gallardía y le sacó el mayor provecho a esta verdad.

Pablo Milanés Arias fue una figura representativa de lo más auténtico de la nueva canción cubana, esa que nació con la revolución y que bautizaron con el nombre de “Nueva trova cubana”. Alquimista de la vieja y la nueva trova, este músico supo conjugar perfectamente ambas escuelas para crear un estilo personal que reflejó su amor por el Son y el “Filin”, al que perteneció por convicción. Siempre agradeció a su madre, una humilde modista de Bayamo – Pablo nació allí un 24 de febrero de 1943 -, el obligarle a asistir a todos los programas radiales de aficionados y hacerle cantar delante de todas las visitas que llegaban a su casa, a pesar de que, en esa época, él solo anhelara jugar a la pelota como cualquier niño de su edad. Su apellido Milanés, pertenecía a la hija de un acaudalado terrateniente de Bayamo que en el siglo XIX se enamoró de un negro esclavo, lo que le daba pie para afirmar, entre bromas, que en su vida las mujeres mandaban.

El trovador reconocía que no tuvo una formación musical real porque siempre abandonaba los estudios. Sus mayores conocimientos los adquirió en el Centro de Experimentación Sonora con Leo Brouwer, guitarrista, compositor, arreglista y director de orquesta. Lo cubano, que era lo que le gustaba, lo aprendió de los viejos y trasnochados trovadores de esquinas que le enseñaron como se tocaba el son. “Esas enseñanzas se me grabaron en el alma para siempre” afirmó en una ocasión.

Corre el año de 1959, el de la Revolución cubana, y la fecha se toma como punto de partida de su carrera musical con el Cuarteto del Rey, el cual abandona más tarde para dedicarse a cantar solo. El Saint John, El Karachi, o el Gato negro, fueron algunos de los lugares donde Pablo interpretó sus canciones y las del “Filin”, al principio de su carrera. Precisamente a pocos meses de prestar el servicio militar, se vincula a Los Bucanero, un grupo de reconocida trayectoria en La Habana.

Padre de siete hijos, se casó cinco veces y mantuvo una excelente relación con sus exmujeres como con la Revolución cubana y un régimen que defendió, pero al cual también ´le criticó sus errores.

Amigo de la buena música, Pablo Milanés enumeraba entre sus influencias musicales a las rancheras, los viejos trovadores, Lucho Gatica, María Teresa Vera, Miguelito Cuní, Benny Moré, Los Beatles, y hasta el vallenato. Del otro lado del espectro trabajó con artistas como Chico Buarque, Simone, Caetano Veloso, Milton Nacimento, Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Víctor Heredia, Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute, Guadalupe Pineda, Víctor Manuel, Ana Belén, Piero, Lilia Vera, Caco Senante, Andy Montañez, entre otros.

Las impresiones sobre su música pueden dar para escribir un libro completo, pero podría decirse que sus canciones poseen contenido. Sencillas, aunque no simples, son capaces de llegar a cualquier público. En su recorrido por el pentagrama fue solidario, pesimista algunas veces y optimista en el mayor de los casos. El amor, el engaño, el dolor, la rabia, la ternura, la alegría y la esperanza fueron elementos esenciales en sus creaciones.

Sus canciones exhalaban un erotismo sencillo, cotidiano, que se ajustaba a la belleza de la metáfora: “Déjame repasar tus accidentes / detenerme a palpar cada medida / humedecer tus ojos y tus fuentes / y penetrar al fondo de tu vida” (‘Comienzo y final de una verde mañana’).

Pero también una belleza e imaginación envolvente que demuestra la pureza del erotismo: “Que más puede ofrecerme / ese cuerpo desnudo / que una hermosa sesión / de locura de amor / Quiero morir  debajo de tu piel / voy a vivir para que pueda ser” (‘Ser y no ser’).

Pablo no fue ajeno al dolor de nuestro continente, y su sentimiento de solidaridad y respeto se palpó en el tema ‘Yo pisaré las calles nuevamente’, en donde plasmó un sentimiento mezcla de ira, dolor y esperanza: “Yo pisaré las calles nuevamente / de la que fue Santiago ensangrentada / y en una hermosa plaza liberada / me detendré a llorar por los ausentes”.

Y es que el derrocamiento del mandato de la Unidad Popular en Chile por parte de los militares en 1973 lo afectó tanto que, además de la anterior canción, Pablo compuso esta emotiva, sentida y dolorosa página a su amigo Salvador Allende en su combate por la vida: “Que soledad tan sola te inundaba / en el momento en que tus personales/  amigos de la vida y de la muerte / te rodeaban/ jamás un pensamiento / de pluma y palabra / de vino en tan fuerte adalid / Cesó por un momento la existencia / morías comenzando a vivir”.

Es “Yolanda”, la obra clásica de amor de Pablo, espacio donde se ubican, como en el poema de Martí, los versos sencillos para la mujer que lo llena todo. Más que una canción es una verdadera declaración de amor: “Si alguna vez me siento derrotado / renuncio a ver el sol cada mañana / rezando el credo que me has enseñado / miro tu cara y digo en la ventana: Yolanda, eternamente Yolanda”.

Pablo Milanés, un hombre que no vivió para el futuro ni para quedar en la historia. Un poeta con sangre guerrera que luchó con su música por la vida y la unidad latinoamericana, sin preguntarse nunca cuánto ganó o cuánto perdió.  Siempre consiente que no vivía en una sociedad perfecta. Un romántico que disfrutó el comienzo y final de muchas verdes mañanas, que soñó con la novia que nunca había tenido y que no logró imaginarse la vida si ella, la mujer que amaba, le hubiera faltado alguna vez. Pablo puso en la tierra sus pies para besar a Olga, Yolanda, Aydee, Zoe, Nancy, Sandra, y decir con autenticidad y en nombre de los nuevos: Buenos días, América. Pablo, que se marchó calladamente dejó en nuestros corazones un montón de hermosas canciones y que contrarío al título de una ellas, hoy está más cerca de nosotros.