El 12 de febrero es un día que quedó marcado a sangre y fuero para siempre en la memoria venezolana. Se celebra el día de la Juventud en honor a los seminaristas y universitarios que en 1814 se unieron a las tropas del independentista José Félix Ribas. Los jóvenes fueron las tropas de refuerzo que el prócer necesitó para poder vencer a José “Taita” Boves, militar español leal al rey. Tras un enfrentamiento cruento, Ribas venció. 200 años después, la juventud salió en una manifestación que dio origen a las protestas de 2014. Ese día hubo disturbios, confusión y tres muertos.
Ese día fue un quiebre en el país y un acicate para una parte de la oposición –liderada por Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma– dispuesta a sacar a Nicolás Maduro del poder. Se llamó “La salida”. Este martes, 205 años después de la llamada de Ribas, 5 tras las primeras manifestaciones multitudinarias contra Maduro, los jóvenes salieron de nuevo a manifestarse, esta vez bajo la batuta de Juan Guaidó. Y esta vez, dicen, tienen más esperanza y una dirección clara: “cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres”.
Esta vez, de nuevo sonó música clásica. La convocatoria fue masiva, similar a las dos manifestaciones previas. Esta vez, no había banderas europeas, sino dos grandes pancartas con la inscripción “Ayuda humanitaria”. Como fondo, la bandera venezolana e imágenes de jóvenes en multitud de manifestaciones. Quienes han hablado también son jóvenes. Del movimiento estudiantil, de la llamada Resistencia –que protestaron en 2017 en las primeras filas de las manifestaciones incluso con escudos caseros–,; y también también aquellos de la llamada “generación de 2007”, que se manifestaron entonces y hoy son diputados, como Manuela Bolívar, Miguel Pizarro o el mismo Juan Guaidó.
Han recordado a los que no pueden hablar, como el diputado Juan Requesens, preso en el Helicoide desde hace unos meses, acusado de estar detrás del intento de magnicidio contra Nicolás Maduro de agosto 2018. También a los que ya no están, como Bassil Da Cota y Robert Redman, los dos jóvenes asesinados el 12 de febrero de 2014.
Todo el evento fue un recordatorio a la Batalla de la Victoria de 1814 y a las primeras manifestaciones de 2014. “Hoy la guerra que libra Venezuela es contra el hambre, la miseria, contra el sistema que condena al país. Hoy luchamos por una mejor Venezuela, la Venezuela del futuro”, ha dicho Juan Guaidó, arropado por su mujer y su madre y, de nuevo, con un atril presidencial y una bandera al lado. “El sacrificio no ha sido en vano. Mientras, seguimos luchando”.
Abajo de la tarima, Zoe Betancourt escucha y asiente. “Desde que nací lo único que recuerdo es miseria, hambre y familiares yéndose del país”. Esta estudiante de Psicología se manifestó en 2014 y ahora. “Entonces había mucha frustración e impotencia. Hoy tenemos un camino un poco más claro y líderes más maduros. La generación de 2007 tuvo que sufrir mucho de los que hemos sufrido como jóvenes y parte de esa frustración es la que nos lleva a hacer algo mejor, nos lleva a saber que hay algo mejor que podemos alcanzar”.
También es distinto para Eliana Dávila, estudiante de Administración de Empresas. “Ahora vemos una luz al final del túnel, por eso nos manifestamos. Ninguno de los estudiantes ha tenido una libertad de estudio, a todo el mundo le ha costado, sea del estrato que sea. Es un modo de demostrar el descontento, de pedir libertad de decidir qué hacer el día de mañana. Lo que hacemos es prepararnos para emigrar, no para quedarnos aquí y construir el país que queremos». Hace cinco años todavía era bachiller, pero también salió a las calles. “La protesta no era igual, no había un solo camino, no había un solo líder, todos querían liderar. Ahora con Guaidó creo que finalmente sí vemos esta esperanza. Machado, Capriles, López… Sin ellos no habríamos llegado donde estamos, fueron una base para que se tomara el liderazgo de ahora. Y hay que agradecerles”.
© Proporcionado por Titania Compañia Editorial S.L. Simpatizantes de Nicolás Maduro, participan en una marcha con motivo del día de la Juventud, en Caracas. (EFE)Los que no marcharon
Gabriela Rodríguez es licenciada en Periodismo. El 12 de febrero de 2014 fue la primera vez que entró en el municipio chavista de Libertador como parte de una manifestación. Hacía años que la oposición no lograba ese hito. “Es una fecha imposible de olvidar, aun más para los que vivimos tan de cerca. Fueron varias las veces que en falso corrimos pensando que llegaban colectivos (grupos de choque afectos al Gobierno) o la Guardia Nacional, pero la marcha fue tranquila. No sé en qué momento las cosas empezaron a descontrolarse, la gente corría, había muchas motos, veíamos escombros ardiendo, cosas que volaban por el aire, detonaciones que pensamos eran lacrimógenas. Me monté en el metro y mi teléfono estaba sin señal. Al bajarme en el metro en Chacao, me entró una llamada de mi mamá muy alarmada: ‘¿Dónde estás? Ya hay un muerto’. Eso que escuchamos fueron disparos y nos fuimos justo a tiempo”.
Gabriela siguió yendo a cada una de las marchas. Pero en 2016 decidió marcharse del país“para adquirir la experiencia que en Venezuela cada día es más difícil tener”. A pesar de todo, sigue cada una de las noticias de su país. Y, como muchos, espera hacer el camino de retorno. “Espero regresar pronto, a reconstruir mi país y a verlo crecer, y a dejar el nombre en alto de todos los que tanto el 12F y otros días, dieron su vida porque hoy logremos los objetivos”.
En la clase de Gabriela estaba Juan Parra. Como ella, también salió aquel 2014. “Salí con mi cámara y fotografíe toda la protesta. Juventud, esperanza y libertad fue lo que logré captar durante todo el recorrido. Eramos un marejada de estudiantes luchando por su país. Nos sentíamos grandes, sentíamos que el estar en la calle era nuestro granito de arena para la Venezuela que tanto queríamos”.
También recuerda cómo una marcha pacífica derivó en un día de luto. “La impotencia se apoderó de algunos y sucedió lo inevitable: una piedra lanzada a la PNB terminó en una lluvia de lacrimógenas. Lo que vi durante la marcha, ya no estaba. Ahora eran lagrimas, gritos, insultos y represión por todos lados. Vi y sentí la represión. Vi casquillos, camionetas incendiadas, sangre, y lo que para mi representó un antes y un después, un herido de bala, un cuerpo sostenido por seis personas, que más tarde fue identificado como Bassil Da Costa. Aquel 12 de febrero decidí que quería dedicarme al fotoperiodismo”. Hoy no pudo salir, le tocó estar en la redacción. Pero dice que sigue habiendo mil razones para marchar.
Este martes, a cualquier joven que se le preguntara en la manifestación, pedía lo mismo: poder quedarse en un país, ver un sistema distinto. “Quiero crecer y evolucionar como persona. Quiero medicinas, un futuro mejor”, decía una estudiante en un corro. Otro respondía: “Quiero construir mi país”. Y todo mostraban ilusión y ganas. “La gente está saliendo con felicidad y esperanza porque ya tenemos un nuevo presidente, ya tenemos apoyo internacional. Ese apoyo que antes no se veía”, contaba María José Alarcón, estudiante de Arquitectura.
Mientras, en la tarima, hacían un nuevo llamamiento a los militares recordando la misma arenga que hizo Ribas en 1814: “Jóvenes militares, os necesitamos. Sean esas tropas de refuerzo que necesitamos para rescatar esta patria. No nos dejen solos”. Pero, a diferencia de entonces y de aquel funesto 12F de 2014, este año la marcha terminó sin incidentes ni más vidas de jóvenes que lamentar.