Julio 20 – Independencia de Colombia Ser colombiano es un acto de fe

Este 20 de julio se celebra el Día de la Independencia de Colombia. Hoy se cumplen 208 años de la la firma del Acta de la Revolución en 1810, Colombia vivió varias declaraciones de independencia a lo largo de una década, pero fue la de 1810 la que quedó en la memoria colectiva. Sin embargo, otros símbolos colombianos no se hicieron oficiales hasta muchos años después. Por ejemplo, la bandera tricolor fue reglamentada el 26 de noviembre de 1861, el himno se hizo oficial en 1920 y el escudo no lo haría hasta el 6 de agosto de 1955.

«Ser colombiano es un acto de fe»

La frase del escritor argentino Jorge Luis Borges que aparece en su relato Ulrica, compilado en el Libro de arena (1975), alude a la pregunta que le formula una mujer nórdica a su pretendiente,  un profesor universitario payanés:

 

-¿Qué es ser colombiano?

Ser colombiano es un acto de fe-, responde el catedrático.

Metáfora de un sentimiento de incertidumbre, de desprotección, y casi siempre de desesperanza ante las causas perdidas, producto de la falta de oportunidades, de la violencia, de la pobreza y de la estigmatización generacional del colombiano del común en las fronteras del mundo, que solo mostrar su pasaporte despierta de inmediato sospechas de narcotráfico, delincuencia, corrupción, prostitución, con las consecuentes reprimendas y humillaciones consabidas.

Pero al mismo tiempo un acto de fe al que se aferra el compatriota de bien que cree y lucha en lo que se propone por encima de la adversidad y de las dificultades, hasta ver consolidados sus propósitos.

Un acto de fe que en la mayoría de ocasiones repercute en bregas y hazañas heroicas que superan la ficción, justamente porque brotan de convicciones férreas, del pulso extremo que demanda la supervivencia, y de los fortuitos relámpagos de la imaginación, con la premisa de luchar o morir en el intento, llenarse de coraje para levantarse de las caídas cuantas veces sea necesario, y no permitir que la derrota lo amilane. La historia nacional así lo ha demostrado y hay miles de ejemplos por doquier.

Para los de afuera, quienes acostumbran merodear este país en plan de turismo o por simple curiosidad, cámara en mano, no es fácil ser colombiano. Porque serlo, como quiera que sea, está relacionado con lo imprevisto, la dificultad, la necesidad, la aventura y el peligro, pero por lo mismo, con una inmensa capacidad intuitiva y recursiva para salir del atolladero y solucionar su modo de vida por la vía legal.

No en vano se le atribuye a Colombia la etiqueta de ser uno de los países más felices del mundo, porque es tan grande el esfuerzo que se emplea para sobrevivir, que todo se celebra: desde la consecución de ese empleo que por años se estaba anhelando, hasta el reemplazo de la nevera vieja por una nueva, en el día de la madre.

Ser colombiano es reinventarse la vida de mil maneras y asumir retos a toda costa, con pasión y entrega, muchas veces al límite, con la camiseta puesta del crack que luce la amarilla de la selección y apunta el gol de la clasificación en los segundos extras del tiempo reglamentario, y como James o Falcao en la gramilla, o cualquiera de los pupilos de la era PékermanCaterine Ibargüen en las ligas de diamante, Nairo QuintanaRigoberto Urán o Esteban Chaves en las carreteras del mundo, oMariana Pajón en sus vuelos olímpicos por las rutas del bicicross.

Hay una manera práctica de conocer un colombiano en cualquier lugar planeta donde se encuentre, y sin preguntarle de dónde es: fija la mirada en los ojos, acompañada de un estrechón de manos y una sonrisa, y el orgullo palpitante de quien es oriundo del país más bello del mundo, el que se añora y se siente hasta las lágrimas cuando se está lejos de él, el de sus gentes laboriosas y hospitalarias, capaces y dispuestas  a grandes desafíos y a cinematográficas empresas, en medio de los tropiezos y las desventuras.

Por todo eso y mucho más, como el profesor universitario del personaje de Borges,ser colombiano es un acto de fe.