El juez encargado del juicio al Chapo ha ordenado medidas de protección especial para los hombres y mujeres que deben decidir la suerte del que se considera que era, hasta su última detención, el mayor narcotraficante del mundo, con un largo y sangriento historial a la espalda. No se conocerá la identidad de ninguno de los miembros del jurado, estarán protegidos de la prensa y de las partes personadas en el caso, siempre se desplazarán escoltados por los Marshals, el cuerpo de policía judicial, y, una vez en el tribunal, quedarán aislados del público.
El Chapo, de 63 años, responde en Nueva York ante 19 delitos que pueden costarle la cadena perpetua. Los documentos que explican los cargos relatan cómo durante años encargó a sicarios asesinatos, torturas y secuestros. Después de haber llevado a cabo dos fugas en México, el juez ordenó medidas extraordinarias de aislamiento, en un centro conocido en como «el Guantánamo de Manhattan», donde lleva un año recluido solo en una celda pequeña de la que sale un rato al día.
Su estado mental ha ido empeorando conforme pasa el tiempo, según los distintos abogados defensores que ha tenido. Los informes sobre Guzmán Lorea dicen que a veces cree que oye la radio, pero en realidad está apagada, que pierde la memoria y se está volviendo «paranoico». Por el juicio fijado para septiembre está previsto que pasen a declarar testigos de las barbaries presuntamente ordenadas por él.